Nunca había imaginado que unas simples columnas, un simple
pozo, un patio y unos cuantos campos de deportes pudieran contener todavía
tanto de las personas que estaban allí hace un año. Jamás pensé que pudiesen
quedar tantos recuerdos encerrados entre cuatro paredes de un monasterio en lo
alto de una montaña. Muchos de esos recuerdos que me traje conmigo, pero no es
lo mismo, la mayoría los dejé allí hace un año para volver a reencontrarme con
ellos en cada posible visita a ese lugar. Y definitivamente no hay nada más
bonito ni más emocionante que pisar un lugar en el que fuiste la persona más
feliz del mundo, después de tanto tiempo, y notar como te empiezan a temblar
las piernas, como empiezan a brotar lágrimas de tus ojos. Comienzas a ver como
parece que era ayer cuando te levantabas por las mañanas e ibas corriendo a la
camarilla de Elena García a despertarla dándola un beso de buenos días, o que
viniera ella, daba igual. Cuando estabas bajando las escaleras de San Juan
gritando '¿Y qué decimos? Toma, toma.' , cuando se te olvidaba la sudadera en
la camarilla y llegabas abajo maldiciendo tu maldita mala memoria y muriéndote
de frío, pero no pasa nada, porque para eso estaba Alberto, para robarle su
sudadera. Cuando te sentabas en el pozo con todo tu grupo y salía Ernest del
gimnasio camino al comedor y al pasar nos decía 'Buenos días niñaaaas'. Cuando
entrabas a desayunar todavía dormida y te tirabas media hora con la mano levantada
esperando a que Jaime viniera a echarte ColaCao para que al final se le acabase
y tuviese que venir a servírtelo Sergi. Cuando lo último que te apetecía a las
9 de la mañana de un día de verano era ponerte a dar 3 largas horas de clase de
inglés, y por eso el recreo de las galletas te daba la vida y bajabas saltando
las escaleras principales de dos en dos para coger tu paquete de galletas y ver
que te había tocado hoy en deportes, cuando tenías que aguantar a la farru de
Miriam todos y cada uno de los días a tu lado en clase, pero que era lo mejor que os
podáis imaginar. Cuando bajabas a deportes cantando mil y una canciones de
campamento, a cada cual más ridícula y más divertida, cuando te escaqueabas de
montar en bici con cualquier excusa tonta y así hacías doble turno de piscina,
aunque por supuesto nunca te querías bañar porque el agua estaba increíblemente
fría, pero eso daba igual porque si no querías te iban a tirar, y si no era el
momento perfecto para charlar, hacerte miles de fotos, o simplemente bailar y cantar,
algo que nunca parábamos de hacer allí. Cuando tenías que subir esas 121
escaleras de la muerte que, después de todo, volvería a subir mil veces más, y
de repente gritaban: '¡Todo el mundo a un lado que sube Galleta!' Y entonces
todos a un lado, para después de 10 interminables minutos llegar por fin arriba
y entrar con la lengua fuera al monasterio rogando a cualquiera que se hubiera
comprado una Coca-Cola un pequeño sorbo. Y que te lo diera, o que no, y que entonces
tuvieras que comprarte tú tu Coca-Cola. Cuando entrabas a comer, y en las
escaleras del comedor le chocabas la mano a Galleta. Cuando tenías pezpollo de
segundo plato. Cuando terminabas de comer y le gorroneabas junto con Elena
García a Guio que nos comprara un Maxibon de cookies, para después sentarnos en
el pozo al sol y comérnoslos con la misma felicidad que albergan tres niñas
pequeñas cuando les compran su juguete favorito. Cuando subías a clase a las 3
de la tarde con menos ganas que otra cosa y Ely te alegraba la existencia
porque teníamos drama, o peli, o cualquier otra cosa que no fuese Grammar.
Cuando tenías que aguantar al pesado de Marcos delante de ti sin estarse
quieto, pero que tampoco estaba tan mal. Cuando de repente Teresa te sonreía y
te decía: 'Eres genial'. Cuando Lucía y yo intentábamos escaquearnos de clase sin parar pidiéndole
permiso a Ely para ir al baño, y que nos dijese 'Later, later'. Cuando Leyre y Ana Ramos te hablaban en medio
de una actividad de clase, de Pamplona y de lo desfasadas que acababan en San
Fermines. Cuando eras la persona más
feliz de este jodido planeta porque por fin habían llegado las 5 de la tarde, y
'Bieeeen', ya no había más clases de inglés por hoy, cuando ibas a por la
merienda y otra vez chocolate, del cual nunca te cansabas. Cuando al principio
corrías para apuntarte al club que querías, y al final lo dabas por perdido y
al que sobrase. Cuando creamos el club de música con el melocotonero, cuando
escribimos ese gran himno de Uclés, cuando llegaban las 7 e ibas corriendo a
las camarillas para poder ser de las primeras en ducharte y después tener
tiempo para arreglarte, pero a lo mejor tenías suerte y ese día a tu grupo le
tocaba en Tránsito. O a lo mejor no, y al final tenías que esperar una cola
kilométrica mientras hablabas por teléfono con tus padres. Cuando le
preguntabas a Ana o a Isa '¿Y esta noche cómo nos vestimos? ¿Fiesta normal,
gymkana, olimpiadas..? ' Cuando bajabas
al pozo a esperar a que llamasen a tu grupo para cenar. Cuando
inesperadamente venía Luis Saiz y te daba un abrazo, cuando ibas andando por
cualquier parte del monasterio y de repente oías 'Piiipa' y decías 'El Chapas'
y entonces te girabas para soltarle 'Imbécil' o ya acostumbrada lo asumías, te
quedabas callada, e incluso le sonreías. Cuando veías a María Loizu y Ana Cía siempre
juntas y te ponías a hablar con ellas de nuestra obsesión. Cuando veías a
Pedrito, y yo, obsesionada con su acento canario, le decía 'Tú háblame, sólo
háblame'. Cuando veías a las Elenas Martín andando por el monasterio y te
sonreían con la sonrisa más bonita que podáis ver. O cuando Ana monitora venía
a hacerte una foto o a grabar un vídeo para subir a Twitter. Cuando por fin
entrabas a cenar y te sentabas con Elena García y Guio para más que cenar, no
parar de reír hasta tal punto de salirte agua por la nariz, acabar tirada en el
suelo, caerte de la silla, o ver como tu precioso melocotón que tenías de
postre acababa en tus macarrones y adiós cena. Cuando no te gustaban las judías
verdes e ibas corriendo a dejar la bandeja a ver si con suerte había un monitor
'bueno' que te dejase tirarlas. Cuando Dani Valiña empezaba a cantar
inesperadamente en medio del comedor '¿Quién vive en la piña debajo del mar?' e
instantáneamente todos seguíamos la canción. Cuando terminabas de cenar
demasiado pronto y todavía tenías tiempo libre, o te habías tirado media hora
para terminarte la cena y deprisa y corriendo tenías que salir porque desde el
comedor ya estabas oyendo el pito y 'Asambleaaaaaa'. Cuando empezaban a decir
los acampados del día y no, no te había tocado a ti, pero 'Tomaaaa', le había
tocado a July , y mañana te iba a llevar la mochila en la furgoneta y eras
extremadamente feliz. Cuando Maite nos
decía lo bien que nos portábamos, o cuando empezaba a hablar Zafrilla y todos
empezábamos a repetir la última palabra que decía sin casi dejarle tiempo para
hablar. Cuando después de estar esperando todo el día, por fiiiiiiin nos
confesaba la fiesta de esa noche y era el Psiquiátrico, Pekín Express, una
gymkana normal, la Casa del terror, Fiesta ibizenca, Fin de año o, simplemente
una fiesta normal, para no dejar de bailar. Cualquiera era buena. Cuando
corrías a hacer cola para que te dieran tu bolsa de patatas y tu bebida de esa
noche. Cuando no te querías ir a la cama porque querías
que pusieran música un rato para quedarte bailando, pero no, así que no te
quedaba otra que irte medio rechistando a la cama. Cuando llegabas a San Juan y
te empezabas a intercambiar de camarillas con Elena García, María Valiña o
quien fuera para cotillear un rato, y al final acababas yéndote a la cama bajo
los gritos de quien estaba esa noche de guardia de: 'Apago luces en 2 minutos'
o 'Silencioooo', sin dejar de esperar el beso de buenas noches de Isa. Cuando
un sábado te despertabas sin tener ni idea de que sorpresa te iban a tener
preparada los monitores, Yonatán, Zafrilla y Maite ese día, y de repente te
encontrabas con que habían llenado el poli de un aparato que lo estaba
inundando entero de espuma, y 'A mojaaaarse', o de repente entrabas al patio del
monasterio , y lo habían llenado de hinchables, pantalones y puños gigantes,
etc… Cuando un día resulta que es la Casa del Terror y entre Dani Valiña por
detrás con cara de psicópata y Ramón que sale de lugares inexistentes acabas en
el suelo de culo y arrastrando a la de atrás. Cuando de repente un día normal y
corriente te encontrabas con que los senior e inter estábamos bajando a las 11
de la noche a la piscina y.. ¡fiesta ibizenca! Y te veías comiendo pizza y
bañándote en la piscina a horas impensables, y comprobabas sin poder creértelo
que ya habían pasado las 12 y media de la noche y seguíamos de fiesta. Cuando
en una cola de duchas de tantas descubres hablando con Natillas por primera vez
que la conocías antes de lo que pensabas. Cuando estabas el penúltimo día
andando descalza por el monasterio con Elena García y que nos preguntara Ana
monitora '¿Qué hacéis chicas?' y contestar al unísono 'Es que queremos sentir
el monasterio en nuestras carnes', y que nos tomase por locas. Cuando uno de
los últimos días no se nos ocurre otra cosa que imitar a los audio-guías con
nuestras chanclas recorriendo cada parte del monasterio. Recordar como estabas
haciendo locuras con María Valiña una noche de Olimpiadas en la playa en la que
las dos parecía que estábamos borrachas y de repente nos encontrábamos yendo al
baño solas, descalzas y a oscuras con miedo de abrir la puerta por si había
alguien dentro. Cuando el penúltimo día por la noche en la última asamblea
lloraste como una magdalena con el correo interno y los discursos de monitores
y acampados. Cuando el último día justo antes de volver cada uno a nuestros
destinos cantamos todos en círculo más unidos que nunca el himno de Uclés. Y
así todos y cada uno de los días. Y fueron sólo 15. Así que imaginaros la
intensidad con la que los acampados vivimos allí. Y solamente me bastó una hora de visita para revivir todos estos y
muchos más recuerdos. Y me da igual que nadie lo entienda. Y me da igual que
cada vez que os hable de Uclés al resto del mundo me miréis con cara rara y me
digáis '¿Cómo puede haberte marcado tanto un simple campamento? ¿Cómo puedes
estar pensando en él constantemente? ' Pues porque yo, nosotros, somos felices
así, y pensar en ese sitio y en todo lo que vivimos en él en esos 15 días, en su magia, nos hace felices. Y
porque vosotros no tenéis ni idea de lo que se siente al estar allí y gritar 'Yo
soy de Ucléeeeeeeeeeeees'.
Uclés no es sólo un campamento o un sitio donde aprender
inglés, Uclés es una jodida forma de vida de la que jamás querrás escapar.
Es imposible vivir sin recuerdos.
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