Yo sólo intento seguir tus pasos, pero tus huellas se han
borrado. Como aquella tarde en que nada ni nadie las borró. Nadie, excepto tú.
Y que bonito aquel anochecer allí, y que bonito perdón, y que bonita censura, y
aún con todo, que bonita tu mejilla, y aún más el olor de tu cuello. Que triste
pero tan dulce adiós, tanto que dolió. Y que sonrisa más de todo menos
inocente. Y a la vez que poco más que inocente mi idiotez. Y que dulce despertar,
y que beso tan esperado como poco
aprovechado. Y que final de guerra. Y sobre todo, que gran tregua. Aquella
mañana se firmó una tregua de una guerra que jamás empezó. Pero mereció la
pena. Claro que sin duda, yo me hubiera quedado en aquella guerra, junto a
aquel anochecer, toda la vida. Y de hecho creo que ha sido así, porque hoy una
vez más, como aquella noche, anochece en mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario