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martes, 29 de mayo de 2012

Da la casualidad de que me he dado cuenta de que quedan menos de 720 horas.


Solamente queda el último esfuerzo, y las últimas esperas a las ocho menos veinte de la mañana. No sé si seguirán existiendo esos jueves odiosos o esos martes a las ocho. No sé si seguirán esas ojeras, o si seré capaz de no coger ese mismo autobús que llevo cogiendo tantos años, el mismo, a la misma hora. Lo que sí sé, es que estoy en la mitad de esta aventura, y que aún me quedan aviones que coger y carreteras que descubrir.
He visto la evolución de todas y cada una de esas personas, como tropiezan, como se levantan, y como vuelven a tropezarse. Como vamos creciendo y dejamos de intercambiar cromos para intercambiar consejos, abrazos, sonrisas, apoyo. Como pasan los inviernos y se abandonan los veranos, como se han ido añadiendo años al calendario, y como vamos cambiando.
He intentado arrancar todos esos años únicamente para tratar de guardarlos para siempre, y he perdido el interés por cada uno de los nuevos que intentarán conocerme. He dejado todo este último año en un cajón y he llegado a la conclusión de que no quiero que se pierda nunca.
Da la casualidad de que me he puesto a pensar en ese preciso rincón de pensar, y no me ha servido de nada. De nada, menos para darme cuenta de que sólo queda un mes de querer más que nunca a quién de verdad se merece que le quieran.
Parece que fue ayer cuando me puse por primera vez esa falda. Ayer sólo quería comerme el mundo, ahora estoy empezando a crecer.

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