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lunes, 27 de agosto de 2012

Se trata de mantener Uclés vivo de recuerdos.


Nunca había imaginado que unas simples columnas, un simple pozo, un patio y unos cuantos campos de deportes pudieran contener todavía tanto de las personas que estaban allí hace un año. Jamás pensé que pudiesen quedar tantos recuerdos encerrados entre cuatro paredes de un monasterio en lo alto de una montaña. Muchos de esos recuerdos que me traje conmigo, pero no es lo mismo, la mayoría los dejé allí hace un año para volver a reencontrarme con ellos en cada posible visita a ese lugar. Y definitivamente no hay nada más bonito ni más emocionante que pisar un lugar en el que fuiste la persona más feliz del mundo, después de tanto tiempo, y notar como te empiezan a temblar las piernas, como empiezan a brotar lágrimas de tus ojos. Comienzas a ver como parece que era ayer cuando te levantabas por las mañanas e ibas corriendo a la camarilla de Elena García a despertarla dándola un beso de buenos días, o que viniera ella, daba igual. Cuando estabas bajando las escaleras de San Juan gritando '¿Y qué decimos? Toma, toma.' , cuando se te olvidaba la sudadera en la camarilla y llegabas abajo maldiciendo tu maldita mala memoria y muriéndote de frío, pero no pasa nada, porque para eso estaba Alberto, para robarle su sudadera. Cuando te sentabas en el pozo con todo tu grupo y salía Ernest del gimnasio camino al comedor y al pasar nos decía 'Buenos días niñaaaas'. Cuando entrabas a desayunar todavía dormida y te tirabas media hora con la mano levantada esperando a que Jaime viniera a echarte ColaCao para que al final se le acabase y tuviese que venir a servírtelo Sergi. Cuando lo último que te apetecía a las 9 de la mañana de un día de verano era ponerte a dar 3 largas horas de clase de inglés, y por eso el recreo de las galletas te daba la vida y bajabas saltando las escaleras principales de dos en dos para coger tu paquete de galletas y ver que te había tocado hoy en deportes, cuando tenías que aguantar a la farru de Miriam todos y cada uno de los días a tu lado en clase, pero que era lo mejor que os podáis imaginar. Cuando bajabas a deportes cantando mil y una canciones de campamento, a cada cual más ridícula y más divertida, cuando te escaqueabas de montar en bici con cualquier excusa tonta y así hacías doble turno de piscina, aunque por supuesto nunca te querías bañar porque el agua estaba increíblemente fría, pero eso daba igual porque si no querías te iban a tirar, y si no era el momento perfecto para charlar, hacerte miles de fotos, o simplemente bailar y cantar, algo que nunca parábamos de hacer allí. Cuando tenías que subir esas 121 escaleras de la muerte que, después de todo, volvería a subir mil veces más, y de repente gritaban: '¡Todo el mundo a un lado que sube Galleta!' Y entonces todos a un lado, para después de 10 interminables minutos llegar por fin arriba y entrar con la lengua fuera al monasterio rogando a cualquiera que se hubiera comprado una Coca-Cola un pequeño sorbo. Y que te lo diera, o que no, y que entonces tuvieras que comprarte tú tu Coca-Cola. Cuando entrabas a comer, y en las escaleras del comedor le chocabas la mano a Galleta. Cuando tenías pezpollo de segundo plato. Cuando terminabas de comer y le gorroneabas junto con Elena García a Guio que nos comprara un Maxibon de cookies, para después sentarnos en el pozo al sol y comérnoslos con la misma felicidad que albergan tres niñas pequeñas cuando les compran su juguete favorito. Cuando subías a clase a las 3 de la tarde con menos ganas que otra cosa y Ely te alegraba la existencia porque teníamos drama, o peli, o cualquier otra cosa que no fuese Grammar. Cuando tenías que aguantar al pesado de Marcos delante de ti sin estarse quieto, pero que tampoco estaba tan mal. Cuando de repente Teresa te sonreía y te decía: 'Eres genial'. Cuando Lucía y yo intentábamos  escaquearnos de clase sin parar pidiéndole permiso a Ely para ir al baño, y que nos dijese 'Later, later'.  Cuando Leyre y Ana Ramos te hablaban en medio de una actividad de clase, de Pamplona y de lo desfasadas que acababan en San Fermines.  Cuando eras la persona más feliz de este jodido planeta porque por fin habían llegado las 5 de la tarde, y 'Bieeeen', ya no había más clases de inglés por hoy, cuando ibas a por la merienda y otra vez chocolate, del cual nunca te cansabas. Cuando al principio corrías para apuntarte al club que querías, y al final lo dabas por perdido y al que sobrase. Cuando creamos el club de música con el melocotonero, cuando escribimos ese gran himno de Uclés, cuando llegaban las 7 e ibas corriendo a las camarillas para poder ser de las primeras en ducharte y después tener tiempo para arreglarte, pero a lo mejor tenías suerte y ese día a tu grupo le tocaba en Tránsito. O a lo mejor no, y al final tenías que esperar una cola kilométrica mientras hablabas por teléfono con tus padres. Cuando le preguntabas a Ana o a Isa '¿Y esta noche cómo nos vestimos? ¿Fiesta normal, gymkana, olimpiadas..? ' Cuando bajabas  al pozo a esperar a que llamasen a tu grupo para cenar. Cuando inesperadamente venía Luis Saiz y te daba un abrazo, cuando ibas andando por cualquier parte del monasterio y de repente oías 'Piiipa' y decías 'El Chapas' y entonces te girabas para soltarle 'Imbécil' o ya acostumbrada lo asumías, te quedabas callada, e incluso le sonreías. Cuando veías a María Loizu y Ana Cía siempre juntas y te ponías a hablar con ellas de nuestra obsesión. Cuando veías a Pedrito, y yo, obsesionada con su acento canario, le decía 'Tú háblame, sólo háblame'. Cuando veías a las Elenas Martín andando por el monasterio y te sonreían con la sonrisa más bonita que podáis ver. O cuando Ana monitora venía a hacerte una foto o a grabar un vídeo para subir a Twitter. Cuando por fin entrabas a cenar y te sentabas con Elena García y Guio para más que cenar, no parar de reír hasta tal punto de salirte agua por la nariz, acabar tirada en el suelo, caerte de la silla, o ver como tu precioso melocotón que tenías de postre acababa en tus macarrones y adiós cena. Cuando no te gustaban las judías verdes e ibas corriendo a dejar la bandeja a ver si con suerte había un monitor 'bueno' que te dejase tirarlas. Cuando Dani Valiña empezaba a cantar inesperadamente en medio del comedor '¿Quién vive en la piña debajo del mar?' e instantáneamente todos seguíamos la canción. Cuando terminabas de cenar demasiado pronto y todavía tenías tiempo libre, o te habías tirado media hora para terminarte la cena y deprisa y corriendo tenías que salir porque desde el comedor ya estabas oyendo el pito y 'Asambleaaaaaa'. Cuando empezaban a decir los acampados del día y no, no te había tocado a ti, pero 'Tomaaaa', le había tocado a July , y mañana te iba a llevar la mochila en la furgoneta y eras extremadamente feliz. Cuando Maite nos decía lo bien que nos portábamos, o cuando empezaba a hablar Zafrilla y todos empezábamos a repetir la última palabra que decía sin casi dejarle tiempo para hablar. Cuando después de estar esperando todo el día, por fiiiiiiin nos confesaba la fiesta de esa noche y era el Psiquiátrico, Pekín Express, una gymkana normal, la Casa del terror, Fiesta ibizenca, Fin de año o, simplemente una fiesta normal, para no dejar de bailar. Cualquiera era buena. Cuando corrías a hacer cola para que te dieran tu bolsa de patatas y tu bebida de esa noche. Cuando no te querías ir a la cama porque querías que pusieran música un rato para quedarte bailando, pero no, así que no te quedaba otra que irte medio rechistando a la cama. Cuando llegabas a San Juan y te empezabas a intercambiar de camarillas con Elena García, María Valiña o quien fuera para cotillear un rato, y al final acababas yéndote a la cama bajo los gritos de quien estaba esa noche de guardia de: 'Apago luces en 2 minutos' o 'Silencioooo', sin dejar de esperar el beso de buenas noches de Isa. Cuando un sábado te despertabas sin tener ni idea de que sorpresa te iban a tener preparada los monitores, Yonatán, Zafrilla y Maite ese día, y de repente te encontrabas con que habían llenado el poli de un aparato que lo estaba inundando entero de espuma, y 'A mojaaaarse', o de repente entrabas al patio del monasterio , y lo habían llenado de hinchables, pantalones y puños gigantes, etc… Cuando un día resulta que es la Casa del Terror y entre Dani Valiña por detrás con cara de psicópata y Ramón que sale de lugares inexistentes acabas en el suelo de culo y arrastrando a la de atrás. Cuando de repente un día normal y corriente te encontrabas con que los senior e inter estábamos bajando a las 11 de la noche a la piscina y.. ¡fiesta ibizenca! Y te veías comiendo pizza y bañándote en la piscina a horas impensables, y comprobabas sin poder creértelo que ya habían pasado las 12 y media de la noche y seguíamos de fiesta. Cuando en una cola de duchas de tantas descubres hablando con Natillas por primera vez que la conocías antes de lo que pensabas. Cuando estabas el penúltimo día andando descalza por el monasterio con Elena García y que nos preguntara Ana monitora '¿Qué hacéis chicas?' y contestar al unísono 'Es que queremos sentir el monasterio en nuestras carnes', y que nos tomase por locas. Cuando uno de los últimos días no se nos ocurre otra cosa que imitar a los audio-guías con nuestras chanclas recorriendo cada parte del monasterio. Recordar como estabas haciendo locuras con María Valiña una noche de Olimpiadas en la playa en la que las dos parecía que estábamos borrachas y de repente nos encontrábamos yendo al baño solas, descalzas y a oscuras con miedo de abrir la puerta por si había alguien dentro. Cuando el penúltimo día por la noche en la última asamblea lloraste como una magdalena con el correo interno y los discursos de monitores y acampados. Cuando el último día justo antes de volver cada uno a nuestros destinos cantamos todos en círculo más unidos que nunca el himno de Uclés. Y así todos y cada uno de los días. Y fueron sólo 15. Así que imaginaros la intensidad con la que los acampados vivimos allí.                                                            Y solamente me bastó una hora de visita para revivir todos estos y muchos más recuerdos. Y me da igual que nadie lo entienda. Y me da igual que cada vez que os hable de Uclés al resto del mundo me miréis con cara rara y me digáis '¿Cómo puede haberte marcado tanto un simple campamento? ¿Cómo puedes estar pensando en él constantemente? ' Pues porque yo, nosotros, somos felices así, y pensar en ese sitio y en todo lo que vivimos en él en esos  15 días, en su magia, nos hace felices. Y porque vosotros no tenéis ni idea de lo que se siente al estar allí y gritar 'Yo soy de Ucléeeeeeeeeeeees'.
Uclés no es sólo un campamento o un sitio donde aprender inglés, Uclés es una jodida forma de vida de la que jamás querrás escapar.
Es imposible vivir sin recuerdos.