Vistas de página en total

domingo, 30 de diciembre de 2012

La puerta de salida.

Nunca está de más saber cuándo acaba algo. A veces, nos empeñamos en continuar en un sitio en el que ya no hay nada, y si permanecemos ahí sólo lograremos perder el sentido de todo lo demás. Libros, capítulos, círculos, puertas.. Llámalo como quieras. Lo importante es saber cerrarlos, poder dejar ir momentos de nuestras vidas que se van perdiendo poco a poco ellos solos. Que no te llevan a ninguna parte, que fueron pero ya no son. Y es así. Se trata de aceptarlo y seguir. Puedes pasarte todo el tiempo que quieras viviendo en los “porqués”, rebobinar la película, volver a escuchar el CD entero, y así intentar conseguir entender algo. No lo conseguirías, y el desgaste sería infinito. Porque en la vida, todos estamos orientados a ir pasando etapas, momentos, vivencias.. Pasar hojas, terminar capítulos, cerrar libros. Y seguir adelante. No se puede vivir en el “¿por qué?”. Las cosas suceden, y quizás sea por una razón. Debemos soltar, desprendernos. No se puede ser niño eternamente, buscar donde no hay, encontrar lo que no existe, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. Las cosas hay que dejarlas ir. Hay ciertas personas que entran en tu vida destinadas a salir de ella. Y tarde o temprano se acabarán yendo. Puedes intentar retenerlas, pero tarde o temprano se marcharán, lo quieras o no. Destruye recuerdos, vete de dónde no puedas estar, acaba con todo lo que cada momento que no se repetirá te dio. No mereces vivir en un sitio dónde no vas a quedarte. No mereces dar oportunidades que sabes que no llevarán a ninguna parte. Cambios duros, que parece que no pero que llevan a superar muchas cosas: dejar ir a quien no quiere quedarse. Ni tú, ni yo, ni ninguna persona de este mundo tiene sus cartas marcadas. Nunca sabes la que te saldrá, pero debes aprender a perder y a ganar. Es tan fácil decirlo como complicado de hacer, pero no se puede volver a un pasado que no existe. Tenemos un presente y debemos vivir con lo que hay en él. No esperes que alguien se dé cuenta de quién eres. No esperes que reconozcan lo que haces. O que te devuelvan lo que tú das. Revivir algo muerto sólo te llevará a hacerte más daño. La vida es para vivirse hacia delante, nunca para atrás. No voy a dejar puertas abiertas, para nadie. Esto es lo que hay. Todo o nada. Nunca o siempre. No ahora y mañana no. No cuando cada persona quiere. No de momento. No felicidad momentánea. No. Cada puerta abierta, cada hueco, cada ‘ya se verá’, cada ‘por si acaso’ no sirve de nada, más que para no desprenderte del pasado y no lograr vivir el hoy. ¿Cómo se puede vivir en algo al que ya le ves el final? Volver donde hay daño. Vivir acostumbrada a lo que será, enfocada, y sin intentar. Saber que no podrás. O que sí, pero que cada relación es de dos, y si uno se rinde, si uno no da, tú no puedes dar el doble. Y que no sirve de nada querer darlo cuando la otra persona ni anota algo. Necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que invadieron todo. Si se puede enfrentar, ya. Y si no, cierra. Posibilidades de regresar a un sitio que no existe. Querer y no poder, porque ha cambiado. Convencerse a uno mismo que no vuelve. No por nada, sino porque se ha dejado de encajar en ese lugar, porque las piezas al unirse han dejado de encajar, de complementarse. Cuando dos personas no son las mismas que cuando se fueron, hace un día, una semana o un mes, ya no hay nada a lo que volver. Ni yo soy la misma, ni la situación es igual, porque el tiempo ha transcurrido y en la vida nada se queda igual, todo avanza, cambia. Nada ni nadie es esencial. Cuando llegamos al mundo llegamos sin ningún tipo de adhesivo pegado a nosotros, por lo tanto, vivir con él es simple costumbre, y somos nosotros quien debemos aprender a vivir sin él, sin eso que nos duele dejar ir. Costumbre, necesidad, apego. Nada más. Cierra, aparta, clausura, tira, suelta, despréndete. Pero sólo de aquello que no te haga feliz.

martes, 18 de diciembre de 2012

Estoy contra las cuerdas de un pasado infranqueable.


Podría decirte que voy a quedarme. Podría callarme y vivir un poco más. Podría intentarlo, salir de la burbuja, de la que ahoga. Podría escucharte, podría escucharos. Podría hacerlo todo más fácil. Podría cortar las alas a las dificultades. ¿Quién vuelve 3000 años atrás? Y que nadie me saque de aquí porque nadie me haya metido. En cualquier momento de la vida puedes estar ahí, al otro lado. ¿Por qué sigue matándome? ¿Por qué un ‘suma y sigue’? ¿Por qué nunca encontré ser esa ‘mejor’ en algo o alguien? ¿Por qué cuando lo hice, al final acabé siendo lo peor en lo mismo? ¿Por qué me contradigo o me contradices? ¿Y quién me entiende a mí? ¿Y quién quiere entenderme? De cuantas maneras posibles he necesitado olvidar lo que está dentro de mí. Inocencia plasmada en la sonrisa de una niña, y cuando eres pequeña todo influye. Los niños pequeños se caracterizan por eso, por ir construyéndose día a día, por alimentarse de su alrededor, te formas, y todo lo que conoces o vives, marca.  Y eso será tu futuro. Puedes, debes, decirme que ahora soy yo la única culpable. Pero dile tú a una niña que lo entienda, dile que su sonrisa inocente se está yendo por el ruido de la gente, y que no llore en su cama. Te sonríe, ‘no pasa nada, mañana todo estará mejor’. Pero, ¿por qué yo y no la de al lado? Y lo que no te hunde de pequeña, te hunde de mayor. Y las consecuencias no son más que lo que sembraste o sembraron. Pero espera. ¿Lo sembró todo ese mundo o fui yo? Explícale a una niña que acaba de llegar, que no sabe nada, lo que merece y lo que no. Tápale los oídos. El silencio está gritando en todas partes. ¿Cómo debes valorarte y por qué? ¿De qué estás seguro tú  cuando te levantas por la mañana? ¿De algo? Me basta con estar segura de levantarme. ¿Para qué más? ¿Quién dice que las cuerdas no se romperán y el puente no se caerá? Como se ha caído tantas veces. Pero párate. Nunca ha habido puente. En todo hay un doble fondo, siempre lo habrá. Y todo irá por el camino de lo malo, de lo que no tiene sentido. Y todo tendrá su raíz en lo mismo, siempre lo mismo. Y una niña puede enfrentarse al mundo, pero ¿cómo me enfrento yo?

jueves, 22 de noviembre de 2012

No sé salir de aquí.


Circularidad constante. Querer a alguien no es suficiente. ¿Cuál es la opción correcta cuando alguien no se merece que le quieras pero lo sigues haciendo? Supongo que acabas queriendo en silencio, o no tan en silencio, pero… sin demostrar. Sí, eso es, dejas de demostrar, de dar. Y no porque esa persona no te quiera, o porque tú hayas dejado de querer. Pero no es de la misma forma. Y si alguien se va, y cuando regresa nada es como al principio, quizá no exista nada a lo que volver. Y el problema es justo ese, que ya no existe nada. Pero existió, y te quedas a vivir ahí. Quieres, y a la vez odias por no poder volver a lo de antes. Y precisamente por eso duele. Quieres, pero su actitud no es la de siempre. Ha dejado de ser quien era. Habéis dejado de ser quienes érais. En el momento en el que decidimos ser dos en una, y una en dos. En el momento en el que decidimos nuestras ilusiones. Como el momento en el que indirectamente dijimos ‘adiós’. Y lo sabíamos. Y no paramos de decirlo. Y ahora yo vivo en ese pasado porque es nuestro presente más cercano, y sobre todo, porque ya no hay presente que nos una. Y la cuestión sigue siendo querer volver a un pasado imposible de recuperar. Y volver e imposible no son palabras compatibles. No puedo volver al pasado que quiero, y no quiero vivir en el único presente que puedo. Así que vivo en el presente que no quiero, con cabeza y corazón en el único pasado que merece la pena. Porque de lo único que estoy segura es de que ese pasado sí mereció la pena. Ahora no es así… Nunca sabré si hice lo correcto o no.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Hemos dejado de girar a la vez.


Claro que te echo de menos. El problema comienza porque jamás pensé que tendría que verme en esta situación. Hubiera puesto la mano en el fuego cien mil veces por ti sin miedo a quemarme. Y cuando de repente comenzó a arder, no fue fácil aceptarlo. Es algo parecido a cuando llevas aferrada a tu peluche favorito desde que eras una enana, y un día te das cuenta de que no puedes seguir con él entre tus brazos porque has crecido y ha dejado de hacerte feliz.  Porque ya no es lo que necesitas. Y es complicado darse cuenta de que ya no necesitas a una persona para sonreír por el mero hecho de que ha dejado de merecérselo. De repente me encontré con una mano quemada por el fuego que tú habías provocado, y sin peluche favorito. Y yo me he dedicado a repetir a lo largo de mi vida que no te iba a perder nunca porque hay determinadas personas que no se pueden perder. Pero cuando se pierden ellas solas, dejo de saber qué hacer. Creo que hay ciertas personas en la vida que te cuidan, te quieren y te alimentan de tal forma, que cuando se van es imposible volver a ser la misma persona. Yo no puedo ser la misma sin ti, y supongo que tú tampoco sin mí. Pero lo que más me jode aceptar es que esto se ha roto de una manera en la que no creí que podría romperse nunca, y sabes que a mí no me gustan las relaciones con parches y desgastadas.  Y lo que más me jode ver es que venga quien venga, no va a ser igual que lo que tú fuiste. Ni aunque vuelvas tú misma. Lo complicado de asumir es que es difícil que alguien consiga significar lo que has significado tú durante tanto tiempo. Que ni recuperándote, volvería a ser lo mismo. Puede que realmente esta amistad sí tuviera  fin, y puede que ya no nos merezca la pena a ninguna. Así que voy a echarte de menos todos los días de mi vida. Voy a seguir sin poder escuchar todas esas canciones. Y por supuesto, jamás voy a dejar de quererte. ‘Sigo a tu lado, no me puedes perder’ como un día te prometí, pero no de la misma manera. Y aunque necesite el último de tus abrazos en los que el mundo se para. Y aunque sea prácticamente imposible seguir respirando sin que me mires con esa sonrisa. Y aunque no pueda volver a mirar unos ojos como los tuyos sin verte a ti detrás.  Y aunque no consiga ser feliz de la misma manera… No voy a volver. No puedo no tenerlo en cuenta, no puedo evitar todo este tiempo roto. Me juré cosas que no se han cumplido. Y no puedo no ver que hemos dejado que esto se fuera. Y digo ‘hemos’ porque supongo que yo también he tenido algo que ver. No puedo perdonarte, no puedo perdonarme. 

martes, 16 de octubre de 2012

Por tener siempre un plan para hacerme feliz.


Esa es la cuestión. Que no se dan cuenta, miles y miles. Que ni si quieran saben darse cuenta de que hay un problema, y mucho menos ayudar a resolverlo. Pero tú sí lo notas. Y a lo mejor es por eso por lo que eres tan importante para mí. A lo mejor es porque hemos pasado por historias muy parecidas, o porque ambas sabemos que en estos ya más de dos años que llevamos juntas hemos pasado momentos increíblemente buenos, pero también duros y difíciles. Igual que sabemos que en estos últimos es cuando cada persona se da cuenta de la gente que realmente importa, la que te apoya. Y últimamente, en todo este tiempo, has sido tú la persona que más cerca ha estado de mí. A lo mejor por eso te quiero tanto. Quizá no hay nada más bonito que despertarse cada mañana y saber que me vas a sonreír. Hay personas que te hacen parte de ellas, y otras que te apartan. Y tú, eres de las primeras. Si hace dos años no hubieras decidido que entrara a formar de tu vida, yo ahora, para qué mentir, estaría muy perdida. Si no me hubieras sacado de tantos pozos, si no me hubieras salvado de tantas cosas, si no hubieras estado en tantos chascos, entonces, yo no sabría qué hacer en este momento. Sabes mejor que nadie que después de todo, las amigas como tal me suenan a todo menos a verdad. Que no creo, y que me cuesta más aún confiar. Quizá como a ti, y quizá por eso estamos tan unidas. Pero tú sabes que yo no prometo cosas imposibles de cumplir. Sabes que quiero seguir desvariando a todas horas contigo, sabes que quiero seguir volviéndote loca con mis historias. Sabes que quiero seguir haciendo locuras impensables mientras a ti te hagan feliz. Sabes que quiero volver a vivir tres mil veranos más como este, siempre y cuando sigan siendo contigo. El día que te das cuenta de que una persona es capaz de anteponer su felicidad a la tuya, te preguntas de dónde ha salido tanta bondad, y lo que es aún mejor, por qué hacia a ti. Y que seas consciente de eso, eso es lo más bonito de este mundo. Es fácil salir adelante si una persona como tú se propone sacarte. Y como te lo has propuesto tantas veces, y lo has conseguido tantas otras, creo que te mereces ser la persona más feliz de este mundo, y creo que te mereces que te pueda llamar amiga. Algo que hoy en día llamo a muy (y resalto el muy) pocas personas en este mundo, y además algo que es un sustantivo muy sobrevalorado. ¿Sabes lo único que me gusta de no verte todos los días? Que todo sigue siendo como siempre. Que las dos sabemos seguir con esto, que seguimos con la misma confianza y que seguiremos, que nuestra amistad no se va a hacer más fuerte porque nunca se ha caído. Me gusta poder confiar en ti como ya no confío en nadie. Me gusta reírme, y aún más hacerte reír. Pero lo que más me gusta sin ninguna duda es verte feliz. Me gusta que seas feliz por las dos. Y que esa felicidad te la provoque lo que siempre hemos deseado ambas. Me gusta que le estés demostrando al mundo lo imposible, me gusta que estés ganando a todos el reto en el que nadie confiaba. Me gusta sonreír porque tú sonríes. Siempre pienso en la manera de agradecerte que me regales todo lo que eres, todo tu cariño, que sigas aquí conmigo. No sé hacerlo, y no creo que consiga saber algún día. Pero por todo, Carol, tú sabes que me quedo contigo.

domingo, 14 de octubre de 2012

He decidido lo imposible.


Llevo casi tres meses sin poder escribir sobre ti. Al menos no como antes. El mismo tiempo que llevo pensando de qué manera o forma acabar con cualquiera de tus manías. No es porque no me haya acordado de ti, ni porque hayas dejado de transmitirme o inspirarme. Es porque no encuentro el  maldito modo de que eso deje de pasar. Es porque quiero dejar de escribir sobre ti, pero no puedo. Es porque pude, y no quise. Malditas bromas del destino. Aunque siga sin creer en él. Nunca he estado preparada para despertarme de ti. Pero vinieron y me despertaron demasiado pronto. Y no he sido consciente de que ese sueño terminó hasta ahora. Me han tenido que abrir los ojos de par en par después de tanto tiempo para darme cuenta. Y dicen que hay que saber cuando retirarse. Así que, bien, yo me retiro. Me retiro de este sueño y de esta aventura. Me retiro de ti, y de volver a mirarte de esa manera. Me retiro de que me devuelvas la mirada. Me retiro de tus abrazos. Me retiro de tu risa. Me retiro de tu forma de hablarme. Me retiro de que vuelvas a por mí después de mis enfados. Y esta vez no voy a jurarlo. Me retiro y ya está.  He estado a punto de encontrarte y me voy. Un día cuando se te esté cayendo el mundo, volveré. Pero eso será un día, y no voy a prometértelo como aquella vez, porque no estoy segura de que vaya a cumplirlo. Últimamente te he echado más de menos que de costumbre. Por eso me voy. Te he querido y esperado siempre. Pero es hora de seguir adelante. Y voy a hacerlo por mí. Voy a improvisar un adiós. He cambiado de opinión cada vez que pensaba en la manera de hacerlo. Pero esta vez es imposible porque ya estoy cayendo. Así que quedo oficialmente retirada de aquí. No voy a olvidarme jamás de escribir sobre ti. Pero prometo no volver a acordarme de quererte.




domingo, 23 de septiembre de 2012

Recordar es volver.


De repente un día abres los ojos y te das cuenta de lo rápido que ha pasado todo. De que ya no llegas tarde a clase de lengua y Bea Arenal te echa la bronca de tu vida. De que no te encuentras a Manel por los pasillos y te guiña un ojo. Empiezas a echar de menos que Iván te ponga música en los exámenes de matemáticas y no haya quien se concentre. O a Paco y sus interminables exámenes, a Paco y Chencho, a Paco y su guitarra, a Paco y su manera de alegrarte el día. Tampoco me creo que no os acordéis de Mª Luisa hablándonos de su pueblo y contándonos sus batallitas y no os salga una pequeña sonrisa. ¿Y qué hay de la Directora y sus explicaciones de educación sexual con vídeos tremendamente raros? ¿De verdad podéis seguir levantándoos cada mañana sin echar de menos la sonrisa de Madre Pura? Madre Eugenia que te ve en la Iglesia y te sonríe. Y la sonríes. Porque te ha visto crecer, porque te conoce desde que con 6 años te obligaba a comerte todo el puré que había en el plato en el comedor mientras te decía: “verás tú, verás tú”, hasta que de repente un día crecías, estabas en la E.S.O, y ella estaba en la portería de arriba para desearte una buena tarde. Como olvidar a Madre Alicia y su mala leche. O a Madre María del Amor haciendo ganchillo en 6º de Primaria cuando nos cuidaba el Estudio. Mataría por volver a pasarme clases de Gimnasia tirada en las colchonetas sin hacer nada, por volver a recorrerme medio colegio haciendo recados, por volver a correr por esos pasillos, o por ir en cada cambio a escondidas a la máquina de la cafetería. Definitivamente creo que sí, que hay etapas que quemamos demasiado rápido, como quien quema papel de fumar. Y de repente un día te despiertas y te das cuenta de que todo lo que has vivido entre cuatro paredes de un colegio rodeada de unas 45 personas que te han marcado la vida, ya ha acabado. De que ya no estás allí, y de que no vas a volver. Un día abres los ojos y no te lo crees. No creo que consiga dejar de llorar jamás cada vez que lea la carta de Mª Luisa o vea el vídeo de las Bandas. EU PROMETO.                                                                                                                          

martes, 4 de septiembre de 2012

Nada. O quizá todo.


En menos de 7 días, crearon nuestra vida, nuestro mundo;  y en menos de 7 segundos, yo destrocé el mío. A ti. Destrocé cada una de tus formas de mirarme. Destrocé cada momento de los dos. Destrocé cada sonrisa nuestra. Destrocé la magia de cada anochecer odiándote por no aparecer debajo de mi ventana. Destrocé cada palabra despreciable hacia ti. Destrocé cada incertidumbre de todos estos meses. Pam. Y se acabó. No quiero eso nunca más. No quiero tus ojos en mi espalda. No quiero los pedazos de tu risa. No quiero no entender tus palabras. No quiero tu manera de hacerte de rogar. No me sirve. Dejemos de hablar de lógica en esta vida cuando lo que intentamos va contra todo principio de eso mismo. Deja de mentirme con respecto a lo obvio, porque soy ingenua, sí, pero nunca he sido tonta. Así que como último favor sólo te voy a pedir que seas capaz de marcharte de aquí en menos de 7 segundos, justo el tiempo que tardé yo en destrozarlo todo. Y te suplico que no hagas ruido al cerrar la puerta. Jamás me perdonaría saber que te he dejado marchar. 

lunes, 27 de agosto de 2012

Se trata de mantener Uclés vivo de recuerdos.


Nunca había imaginado que unas simples columnas, un simple pozo, un patio y unos cuantos campos de deportes pudieran contener todavía tanto de las personas que estaban allí hace un año. Jamás pensé que pudiesen quedar tantos recuerdos encerrados entre cuatro paredes de un monasterio en lo alto de una montaña. Muchos de esos recuerdos que me traje conmigo, pero no es lo mismo, la mayoría los dejé allí hace un año para volver a reencontrarme con ellos en cada posible visita a ese lugar. Y definitivamente no hay nada más bonito ni más emocionante que pisar un lugar en el que fuiste la persona más feliz del mundo, después de tanto tiempo, y notar como te empiezan a temblar las piernas, como empiezan a brotar lágrimas de tus ojos. Comienzas a ver como parece que era ayer cuando te levantabas por las mañanas e ibas corriendo a la camarilla de Elena García a despertarla dándola un beso de buenos días, o que viniera ella, daba igual. Cuando estabas bajando las escaleras de San Juan gritando '¿Y qué decimos? Toma, toma.' , cuando se te olvidaba la sudadera en la camarilla y llegabas abajo maldiciendo tu maldita mala memoria y muriéndote de frío, pero no pasa nada, porque para eso estaba Alberto, para robarle su sudadera. Cuando te sentabas en el pozo con todo tu grupo y salía Ernest del gimnasio camino al comedor y al pasar nos decía 'Buenos días niñaaaas'. Cuando entrabas a desayunar todavía dormida y te tirabas media hora con la mano levantada esperando a que Jaime viniera a echarte ColaCao para que al final se le acabase y tuviese que venir a servírtelo Sergi. Cuando lo último que te apetecía a las 9 de la mañana de un día de verano era ponerte a dar 3 largas horas de clase de inglés, y por eso el recreo de las galletas te daba la vida y bajabas saltando las escaleras principales de dos en dos para coger tu paquete de galletas y ver que te había tocado hoy en deportes, cuando tenías que aguantar a la farru de Miriam todos y cada uno de los días a tu lado en clase, pero que era lo mejor que os podáis imaginar. Cuando bajabas a deportes cantando mil y una canciones de campamento, a cada cual más ridícula y más divertida, cuando te escaqueabas de montar en bici con cualquier excusa tonta y así hacías doble turno de piscina, aunque por supuesto nunca te querías bañar porque el agua estaba increíblemente fría, pero eso daba igual porque si no querías te iban a tirar, y si no era el momento perfecto para charlar, hacerte miles de fotos, o simplemente bailar y cantar, algo que nunca parábamos de hacer allí. Cuando tenías que subir esas 121 escaleras de la muerte que, después de todo, volvería a subir mil veces más, y de repente gritaban: '¡Todo el mundo a un lado que sube Galleta!' Y entonces todos a un lado, para después de 10 interminables minutos llegar por fin arriba y entrar con la lengua fuera al monasterio rogando a cualquiera que se hubiera comprado una Coca-Cola un pequeño sorbo. Y que te lo diera, o que no, y que entonces tuvieras que comprarte tú tu Coca-Cola. Cuando entrabas a comer, y en las escaleras del comedor le chocabas la mano a Galleta. Cuando tenías pezpollo de segundo plato. Cuando terminabas de comer y le gorroneabas junto con Elena García a Guio que nos comprara un Maxibon de cookies, para después sentarnos en el pozo al sol y comérnoslos con la misma felicidad que albergan tres niñas pequeñas cuando les compran su juguete favorito. Cuando subías a clase a las 3 de la tarde con menos ganas que otra cosa y Ely te alegraba la existencia porque teníamos drama, o peli, o cualquier otra cosa que no fuese Grammar. Cuando tenías que aguantar al pesado de Marcos delante de ti sin estarse quieto, pero que tampoco estaba tan mal. Cuando de repente Teresa te sonreía y te decía: 'Eres genial'. Cuando Lucía y yo intentábamos  escaquearnos de clase sin parar pidiéndole permiso a Ely para ir al baño, y que nos dijese 'Later, later'.  Cuando Leyre y Ana Ramos te hablaban en medio de una actividad de clase, de Pamplona y de lo desfasadas que acababan en San Fermines.  Cuando eras la persona más feliz de este jodido planeta porque por fin habían llegado las 5 de la tarde, y 'Bieeeen', ya no había más clases de inglés por hoy, cuando ibas a por la merienda y otra vez chocolate, del cual nunca te cansabas. Cuando al principio corrías para apuntarte al club que querías, y al final lo dabas por perdido y al que sobrase. Cuando creamos el club de música con el melocotonero, cuando escribimos ese gran himno de Uclés, cuando llegaban las 7 e ibas corriendo a las camarillas para poder ser de las primeras en ducharte y después tener tiempo para arreglarte, pero a lo mejor tenías suerte y ese día a tu grupo le tocaba en Tránsito. O a lo mejor no, y al final tenías que esperar una cola kilométrica mientras hablabas por teléfono con tus padres. Cuando le preguntabas a Ana o a Isa '¿Y esta noche cómo nos vestimos? ¿Fiesta normal, gymkana, olimpiadas..? ' Cuando bajabas  al pozo a esperar a que llamasen a tu grupo para cenar. Cuando inesperadamente venía Luis Saiz y te daba un abrazo, cuando ibas andando por cualquier parte del monasterio y de repente oías 'Piiipa' y decías 'El Chapas' y entonces te girabas para soltarle 'Imbécil' o ya acostumbrada lo asumías, te quedabas callada, e incluso le sonreías. Cuando veías a María Loizu y Ana Cía siempre juntas y te ponías a hablar con ellas de nuestra obsesión. Cuando veías a Pedrito, y yo, obsesionada con su acento canario, le decía 'Tú háblame, sólo háblame'. Cuando veías a las Elenas Martín andando por el monasterio y te sonreían con la sonrisa más bonita que podáis ver. O cuando Ana monitora venía a hacerte una foto o a grabar un vídeo para subir a Twitter. Cuando por fin entrabas a cenar y te sentabas con Elena García y Guio para más que cenar, no parar de reír hasta tal punto de salirte agua por la nariz, acabar tirada en el suelo, caerte de la silla, o ver como tu precioso melocotón que tenías de postre acababa en tus macarrones y adiós cena. Cuando no te gustaban las judías verdes e ibas corriendo a dejar la bandeja a ver si con suerte había un monitor 'bueno' que te dejase tirarlas. Cuando Dani Valiña empezaba a cantar inesperadamente en medio del comedor '¿Quién vive en la piña debajo del mar?' e instantáneamente todos seguíamos la canción. Cuando terminabas de cenar demasiado pronto y todavía tenías tiempo libre, o te habías tirado media hora para terminarte la cena y deprisa y corriendo tenías que salir porque desde el comedor ya estabas oyendo el pito y 'Asambleaaaaaa'. Cuando empezaban a decir los acampados del día y no, no te había tocado a ti, pero 'Tomaaaa', le había tocado a July , y mañana te iba a llevar la mochila en la furgoneta y eras extremadamente feliz. Cuando Maite nos decía lo bien que nos portábamos, o cuando empezaba a hablar Zafrilla y todos empezábamos a repetir la última palabra que decía sin casi dejarle tiempo para hablar. Cuando después de estar esperando todo el día, por fiiiiiiin nos confesaba la fiesta de esa noche y era el Psiquiátrico, Pekín Express, una gymkana normal, la Casa del terror, Fiesta ibizenca, Fin de año o, simplemente una fiesta normal, para no dejar de bailar. Cualquiera era buena. Cuando corrías a hacer cola para que te dieran tu bolsa de patatas y tu bebida de esa noche. Cuando no te querías ir a la cama porque querías que pusieran música un rato para quedarte bailando, pero no, así que no te quedaba otra que irte medio rechistando a la cama. Cuando llegabas a San Juan y te empezabas a intercambiar de camarillas con Elena García, María Valiña o quien fuera para cotillear un rato, y al final acababas yéndote a la cama bajo los gritos de quien estaba esa noche de guardia de: 'Apago luces en 2 minutos' o 'Silencioooo', sin dejar de esperar el beso de buenas noches de Isa. Cuando un sábado te despertabas sin tener ni idea de que sorpresa te iban a tener preparada los monitores, Yonatán, Zafrilla y Maite ese día, y de repente te encontrabas con que habían llenado el poli de un aparato que lo estaba inundando entero de espuma, y 'A mojaaaarse', o de repente entrabas al patio del monasterio , y lo habían llenado de hinchables, pantalones y puños gigantes, etc… Cuando un día resulta que es la Casa del Terror y entre Dani Valiña por detrás con cara de psicópata y Ramón que sale de lugares inexistentes acabas en el suelo de culo y arrastrando a la de atrás. Cuando de repente un día normal y corriente te encontrabas con que los senior e inter estábamos bajando a las 11 de la noche a la piscina y.. ¡fiesta ibizenca! Y te veías comiendo pizza y bañándote en la piscina a horas impensables, y comprobabas sin poder creértelo que ya habían pasado las 12 y media de la noche y seguíamos de fiesta. Cuando en una cola de duchas de tantas descubres hablando con Natillas por primera vez que la conocías antes de lo que pensabas. Cuando estabas el penúltimo día andando descalza por el monasterio con Elena García y que nos preguntara Ana monitora '¿Qué hacéis chicas?' y contestar al unísono 'Es que queremos sentir el monasterio en nuestras carnes', y que nos tomase por locas. Cuando uno de los últimos días no se nos ocurre otra cosa que imitar a los audio-guías con nuestras chanclas recorriendo cada parte del monasterio. Recordar como estabas haciendo locuras con María Valiña una noche de Olimpiadas en la playa en la que las dos parecía que estábamos borrachas y de repente nos encontrábamos yendo al baño solas, descalzas y a oscuras con miedo de abrir la puerta por si había alguien dentro. Cuando el penúltimo día por la noche en la última asamblea lloraste como una magdalena con el correo interno y los discursos de monitores y acampados. Cuando el último día justo antes de volver cada uno a nuestros destinos cantamos todos en círculo más unidos que nunca el himno de Uclés. Y así todos y cada uno de los días. Y fueron sólo 15. Así que imaginaros la intensidad con la que los acampados vivimos allí.                                                            Y solamente me bastó una hora de visita para revivir todos estos y muchos más recuerdos. Y me da igual que nadie lo entienda. Y me da igual que cada vez que os hable de Uclés al resto del mundo me miréis con cara rara y me digáis '¿Cómo puede haberte marcado tanto un simple campamento? ¿Cómo puedes estar pensando en él constantemente? ' Pues porque yo, nosotros, somos felices así, y pensar en ese sitio y en todo lo que vivimos en él en esos  15 días, en su magia, nos hace felices. Y porque vosotros no tenéis ni idea de lo que se siente al estar allí y gritar 'Yo soy de Ucléeeeeeeeeeeees'.
Uclés no es sólo un campamento o un sitio donde aprender inglés, Uclés es una jodida forma de vida de la que jamás querrás escapar.
Es imposible vivir sin recuerdos.

miércoles, 25 de julio de 2012

Vete, pero no vuelvas.

En el fondo cualquiera podría sentirse identificado con esto. Y eso es lo que me gusta, que no sepas ni por dónde cogerme. Yo nunca he escrito para ti, nunca he escrito sólo y exclusivamente para tu pelo, para tus ojos, y para las cicatrices en partes de tu cuerpo. Yo sólo escribo. Escribo, y tú imaginas como John Lennon, que mañana al despertarte habrá un mundo mejor, el tuyo y el mío llamándose nuestro. Pero todo eso lo hace tu subsconciente solito y sin ayuda de nadie. Así que a mí no me eches la culpa si al final todo esto te hace soñar y nunca sabes cual es tu nombre al abrir los ojos ni en que lugar de este jodido mundo te encuentras. Y no me digas que ya no tienes ni idea de lo que quiero en este instante de mi vida, porque no lo sé ni yo. Puedes tirar tu jodido egocentrismo a la basura, y puedes dejar de esperar lo que nunca va a llegar. Puedes irte de esta ciudad porque nadie te ha pedido que te quedes. Ni siquiera he sido capaz de preguntarte por tu vuelta, porque quizás cuando vuelvas ya no me interese ni cuando te fuiste. Y tampoco voy a pedirte que no te vayas porque no sería justo para nadie. Y quiero dejar de escuchar 'Imagine' pero no deja de sonar en mi ipod. Así que lo único que pido es que si yo no puedo dejar de imaginar por aquella tarde, tú tampoco dejes de hacerlo. Yo sólo quiero que cuando llegue el momento de darla un beso de buenas noches, te metas en tu cama y cantes, como cuando lo hacías conmigo. Canta, sólo canta. ¿Recuerdas lo que era eso o ya se te ha olvidado con tanta hipocresía en tu cabeza? ¿De verdad has olvidado todas esas letras? Siéndote sincera sería capaz de creérmelo, esta noche y 500 noches más. No me extrañaría de ninguna de las maneras que ni recordases la inicial de mi mote, y sería capaz de jurar que no tienes ni idea de todos los momentos. Y lo sé porque ni siquiera tienes ganas, pero no por mí, ni por aquella. Es porque ya se te ha olvidado lo que conlleva darse como te das tú, y lo que conlleva reírse de aquella manera. Puta llama que no para de quemarme por dentro porque no voy a ser capaz de aguantar más de dos días sin soltar una lágrima. Pero a la vez que felicidad extrema al saber que te vas a arrepentir, que ni siquiera creo que quieras volver. Y de que manera sé que esto ya es el fin, y para siempre de los siempres. Porque ni tú querrás volver, ni yo seré capaz de recordar el camino.

sábado, 14 de julio de 2012

Stand by me.


Vuelvo a ti.  Vuelven tus palabras. Vuelve tu manera de hablar. Vuelve tu forma de reír. Vuelvo a tus ganas. Vuelvo a las mías.
Vuelves.
El dónde y cuándo se funden en uno. Y en un instante enormemente  corto pero que dura más que cientos de años, volvemos a ese momento.
Jamás tendré la satisfacción plena de haber escrito suficiente sobre aquello, de haber comprendido por enésima vez el quién y sobre todo el por qué, ni de haber pensado suficiente sobre la última letra de tu nombre.
Yo sólo quería complicarme la vida, pero tú no terminabas de encontrar la manera de complicármela. A lo mejor es que calé demasiado hondo tu toalla, y al final quedó empapada. Nunca me lo ponías difícil, y aún así no había manera de, al menos, comprender alguna de todas esas infinitas palabras que tenías.
No había nada que comprender en tu mirada, porque tres veces te has atrevido a mirarme directamente. Y  las tengo contadas.
¿Y sabes? Sobre todo en los días de verano, estas noches de verano, sigo escuchando sobre ti, y deseando que vuelvas. Pero sólo un pequeño rato. De ti jamás voy a querer un siempre.
Volver a escucharte es volver. Volver a todo aquello. Y ni si quiera tengo claro que lo quiera.
Vuelvo, me miro al espejo y  veo mi yo de antes, y tu tú de aquel entonces. Y me gusta más de lo que me gustaba en ese momento. Ahora lo comprendo. Cada vez más, pero cada vez menos. No somos ni tú ni yo.   
Al final somos nosotros sin ser ninguno. Y sigo sabiendo que no puedo perdonarte esas formas de tratarme a veces. Nunca has sabido hacerlo.
Pero jamás volarás de mi imaginación. Y en el fondo sé que nunca conseguirás dejar de inspirarme. Y que jamás te diré esas dos cosas que siempre estoy a punto de decirte.

viernes, 6 de julio de 2012

No va a ser el mejor de mi vida, ni mucho menos como lo esperaba.

Jamás me he visto aquí y así, y la verdad, jamás pensé que me vería. Como te ves luchando sin parar contra algo que ya diste por perdido hace meses. O mejor aún, que diste por ganado hace no tanto tiempo. Y como ves que no te queda otra opción. Nadie te ha dado a elegir, y aquí y ahora todas las plazas ya están completas, y no queda ni un sólo puesto de cobarde. Así que he tenido que optar sin remedio alguno por obtener una de esas últimas plazas de valiente que siempre quedan libres porque nadie se atreve a escoger. Ya no hay lágrimas que valgan. Ahora no hay 'peros' que justifiquen dónde estoy, ni injusticias que me saquen de esta. El caso es que aquí y ahora, y con este puesto, me toca hacer exactamente lo mismo que llevo haciendo todos estos meses. Pero esta vez más fuerte, y esta vez, definitivo. Toca lo que nadie esperaba, y mucho menos yo. Pero esta vez, voy a tener que conseguirlo, cueste lo que cueste.

viernes, 29 de junio de 2012

Cada vez más, pero cada vez menos.

Creo que ya sé por qué te quiero. No es por cómo ha sido mi vida desde el día que te conocí, ni por que hayas hecho las cosas más fáciles. Tampoco es por esa manera que tienes de ser tan tuya. Es sólo porque a día de hoy sigues estando en mi vida, y porque aunque las cosas no son siempre más fáciles, incluso a veces el doble de complicadas; aún así haces que merezca la pena hacerlas. También porque a pesar de que tu manera de ser no es a veces la más adecuada, siempre acabo queriendo ver tus formas de cabrearme a todas horas. Y puede que tú no pienses lo mismo que yo y que esté colgada, como siempre, de un sueño, atrapada. Pero este es distinto, este es tu sueño. Y yo, contigo, aún no teniendo nada, lo tengo todo.

lunes, 25 de junio de 2012

El motivo de este texto es suplicarte que desaparezcas.

Nunca nadie me ha dicho que deje de hablar de cosas bonitas. Pero tú un día mencionaste que no te emocionaba especialmente. Y yo, he dejado de hacerlo. Es verdad. Ya no escribo sobre todo eso, ahora escribo diferente, y quizás tengas tú la culpa. Pero jamás dejarás de inspirarme, y no creo que consigas que el color de mis mejillas vuelva a ser el mismo. Es todo muy bonito, y cada noche sigo acordándome de la forma que tenía la luna aquel día, pero aún así no quiero que vuelvas a pronunciar mi nombre de esa manera. No me gusta. Nunca me ha gustado. Es totalmente contrario a mí, y aún así, te lo permitía. Bien, se acabó. No escribo esto para decirte de nuevo que no hay un color de ojos más bonito que el tuyo, que ya lo sabes, si no para explicarte que también los he visto más profundos. Que me empieza a dar igual como salgas de la ducha. Que no quiero más buenos días de tu parte, que no hace falta que sigas suplicándome, y que ya puedes dejar de ponerte ese bañador que tan bien te sienta y tanto me gusta. Que no quiero que vuelvas. Pero sólo porque yo tampoco voy a hacerlo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Yo también te echo de menos.

No consigo escapar de tu jodida rodilla. Atrapada completamente, y aún así no me acuerdo de su forma exacta. Entiéndelo, tenías demasiados detalles a los que estaba enganchada. Bueno, yo no, se engancharon a ellos el resto de tu mundo, que al final, y he de decir que sin absoluto desagradecimiento, acabó siendo parte del mío también. Pero la verdad es que en el fondo pienso que si estoy como estoy es por ese mundo que desde mi primer minuto tocando el cielo, no hizo otra cosa que idealizar cada uno de tus movimientos. Y qué le vamos a hacer si siempre he sido demasiado influenciable, y acabé idealizando yo también hasta tu forma de revolverte el pelo. No sé si fue uno de mis tantos caprichos o el qué, el caso es que aquí estamos. Claro que, toda esta historia de que ella o la de más allá se moría por dormir contigo y quitarte las legañas a la mañana siguiente, no podía desencadenar en otra cosa que no fuera tragedia. Demasiadas sonrisas, recuerdos e infancias de todo tipo se enfrentaban contra mí. Y yo no tenía nada más que mi locura, y un poco de cara dura para hacerme con tu mirada. La verdad es que nunca supe si llegué a conseguirlo, sé que llamé tu atención, pero también sé que no siempre fue para bien. No echo culpas, yo me lo busqué y no pienso arrepentirme. No sé si llegué a conseguir mi objetivo. Bueno sí, sí que lo sé, no lo conseguí. Pero, ¿y qué si siempre he aspirado demasiado alto en esta vida, y nunca me ha gustado quedarme con las ganas de decir lo que siento, bueno o malo, dentro? Objetivo no conseguido, claro está, pero disfruté lo mío, y feliz fui un rato. Que dicen por ahí que de eso trata la vida, ¿no? PD: Creo que yo también conseguí que alguna parte de esa soga que llevabas atada al cuello en algunos momentos, no terminase de ahogarte. Y creo que las lágrimas más bonitas que han resbalado por mis mejillas fueron aquellas.

viernes, 8 de junio de 2012

Me veo mintiéndome de nuevo.

¿Cuánto tiempo crees que voy a poder seguir  comiendo de tu mano sin llegar al límite de desperdiciarme por completo? No sé cuánto tiempo lograré hacerlo, y tampoco sé cómo he llegado hasta aquí. Creo que realmente en ningún momento he sido consciente de esto. Creo que nadie en mi lugar lo hubiera sido. Nada es culpa tuya, he llegado hasta aquí y no sé decirme por qué. He mentido a todo el mundo por inseguridad, pero lo más ridículo es que me he mentido a mí misma, y me he llegado a creer de verdad mis propias mentiras. Y lo cierto es que ni siquiera sé lo que quiero ni  lo que no quiero, y tampoco lo que no estoy segura de querer. Y no sé si son más mis ganas de encontrarte o las de estar a tu lado. Lo peor de todo es que sé que me volverá a pasar, me volveré a mentir. 

lunes, 4 de junio de 2012

Yo no tengo la culpa de lo bonitas que son tus comisuras cuando se estiran.


Sonrisa punto cero. Y empezamos. No, miento, ni siquiera había empezado cuando ya se me estaba quedando pequeño el cielo. Sonrisa punto uno. Y me estaba volviendo loca. No, miento, ya me había vuelto hace un rato. Sonrisa punto tres. Locura. ¿Locura? Ya ni recordaba lo que era eso. Sonrisa punto cuatro. Corto pero intenso, mucho, muchísimo. Es que en tu sonrisa se pueden escribir historias, se puede recordar, se pueden provocar sueños. Tu sonrisa era la esencia de ti mismo, mostraba esa fragilidad tan tuya, tu necesidad de fuerza. En tu sonrisa se revelan tus pequeños ojos. Como aquellos que te han visto sonreír, mirar, cantar, hablar, bailar, dormir. En tu sonrisa se sigue descubriendo esa mirada de niño que continúas teniendo. En tu sonrisa se encuentra aquella locura que me hizo perder el control. En tu sonrisa, se construye este texto. 

viernes, 1 de junio de 2012

No busco que lo entiendas.


Yo sólo intento seguir tus pasos, pero tus huellas se han borrado. Como aquella tarde en que nada ni nadie las borró. Nadie, excepto tú. Y que bonito aquel anochecer allí, y que bonito perdón, y que bonita censura, y aún con todo, que bonita tu mejilla, y aún más el olor de tu cuello. Que triste pero tan dulce adiós, tanto que dolió. Y que sonrisa más de todo menos inocente. Y a la vez que poco más que inocente mi idiotez. Y que dulce despertar, y que beso  tan esperado como poco aprovechado. Y que final de guerra. Y sobre todo, que gran tregua. Aquella mañana se firmó una tregua de una guerra que jamás empezó. Pero mereció la pena. Claro que sin duda, yo me hubiera quedado en aquella guerra, junto a aquel anochecer, toda la vida. Y de hecho creo que ha sido así, porque hoy una vez más, como aquella noche, anochece en mí. 

martes, 29 de mayo de 2012

Da la casualidad de que me he dado cuenta de que quedan menos de 720 horas.


Solamente queda el último esfuerzo, y las últimas esperas a las ocho menos veinte de la mañana. No sé si seguirán existiendo esos jueves odiosos o esos martes a las ocho. No sé si seguirán esas ojeras, o si seré capaz de no coger ese mismo autobús que llevo cogiendo tantos años, el mismo, a la misma hora. Lo que sí sé, es que estoy en la mitad de esta aventura, y que aún me quedan aviones que coger y carreteras que descubrir.
He visto la evolución de todas y cada una de esas personas, como tropiezan, como se levantan, y como vuelven a tropezarse. Como vamos creciendo y dejamos de intercambiar cromos para intercambiar consejos, abrazos, sonrisas, apoyo. Como pasan los inviernos y se abandonan los veranos, como se han ido añadiendo años al calendario, y como vamos cambiando.
He intentado arrancar todos esos años únicamente para tratar de guardarlos para siempre, y he perdido el interés por cada uno de los nuevos que intentarán conocerme. He dejado todo este último año en un cajón y he llegado a la conclusión de que no quiero que se pierda nunca.
Da la casualidad de que me he puesto a pensar en ese preciso rincón de pensar, y no me ha servido de nada. De nada, menos para darme cuenta de que sólo queda un mes de querer más que nunca a quién de verdad se merece que le quieran.
Parece que fue ayer cuando me puse por primera vez esa falda. Ayer sólo quería comerme el mundo, ahora estoy empezando a crecer.

domingo, 20 de mayo de 2012

Como olvidar algo que recordar.


Como cuando te dedicas a estructurarlo todo perfectamente en tu cabeza, de una forma casi impecable, y de repente una pequeña variable se altera; entonces todo el esquema  se vuelve completamente diferente, de una manera poco menos que extraordinaria. Evidentemente, ese ha sido mi problema. Hace tiempo hubiera jurado que andaba un palmo por encima del suelo, pero últimamente no hago más que escuchar el eco de mis pasos. Noviembre de tormenta y aún te acordabas de mí. Extraña canción que decías te recordaba a mis ojos, y esa frase que leías muriéndote de ganas de que fuera dirigida hacia ti, hasta que maldito el día, te diste cuenta de que  así era; y mira por donde el miedo se apoderó de ti cual niño pequeño. Comprensible, nunca inocente. Porque llegó abril y empezó a brillar el sol, para ti, no para mí. Porque nunca hubo enero, ni febrero, ni siquiera un poquito de marzo. Al menos no sin ti. Porque en mayo me cansé de canciones que no dicen nada. Porque, admitámoslo, siempre me gustó la manera en que decías mi nombre. Porque ya te contaré más porqués. En gran parte de los casos, estamos encerrados porque esa persona es tan increíblemente fantástica que no podemos escapar de ella. Ni de ella, ni de la forma de su rodilla izquierda. Y supongo, una vez más, que ese ha sido mi problema.