Llevo casi tres meses sin poder escribir sobre ti. Al menos
no como antes. El mismo tiempo que llevo pensando de qué manera o forma acabar
con cualquiera de tus manías. No es porque no me haya acordado de ti, ni porque
hayas dejado de transmitirme o inspirarme. Es porque no encuentro el maldito modo de que eso deje de pasar. Es
porque quiero dejar de escribir sobre ti, pero no puedo. Es porque pude, y no quise.
Malditas bromas del destino. Aunque siga sin creer en él. Nunca he estado
preparada para despertarme de ti. Pero vinieron y me despertaron demasiado
pronto. Y no he sido consciente de que ese sueño terminó hasta ahora. Me han
tenido que abrir los ojos de par en par después de tanto tiempo para darme
cuenta. Y dicen que hay que saber cuando retirarse. Así que, bien, yo me
retiro. Me retiro de este sueño y de esta aventura. Me retiro de ti, y de
volver a mirarte de esa manera. Me retiro de que me devuelvas la mirada. Me
retiro de tus abrazos. Me retiro de tu risa. Me retiro de tu forma de hablarme.
Me retiro de que vuelvas a por mí después de mis enfados. Y esta vez no voy a
jurarlo. Me retiro y ya está. He estado
a punto de encontrarte y me voy. Un día cuando se te esté cayendo el mundo,
volveré. Pero eso será un día, y no voy a prometértelo como aquella vez, porque
no estoy segura de que vaya a cumplirlo. Últimamente te he echado más de menos
que de costumbre. Por eso me voy. Te he querido y esperado siempre. Pero es
hora de seguir adelante. Y voy a hacerlo por mí. Voy a improvisar un adiós. He
cambiado de opinión cada vez que pensaba en la manera de hacerlo. Pero esta vez
es imposible porque ya estoy cayendo. Así que quedo oficialmente retirada de
aquí. No voy a olvidarme jamás de escribir sobre ti. Pero prometo no volver a
acordarme de quererte.
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