Vistas de página en total
domingo, 30 de diciembre de 2012
La puerta de salida.
Nunca está de más saber cuándo acaba algo. A veces, nos
empeñamos en continuar en un sitio en el que ya no hay nada, y si permanecemos
ahí sólo lograremos perder el sentido de todo lo demás. Libros, capítulos,
círculos, puertas.. Llámalo como quieras. Lo importante es saber cerrarlos,
poder dejar ir momentos de nuestras vidas que se van perdiendo poco a poco
ellos solos. Que no te llevan a ninguna parte, que fueron pero ya no son. Y es
así. Se trata de aceptarlo y seguir. Puedes pasarte todo el tiempo que quieras
viviendo en los “porqués”, rebobinar la película, volver a escuchar el CD
entero, y así intentar conseguir entender algo. No lo conseguirías, y el
desgaste sería infinito. Porque en la vida, todos estamos orientados a ir
pasando etapas, momentos, vivencias.. Pasar hojas, terminar capítulos, cerrar
libros. Y seguir adelante. No se puede vivir en el “¿por qué?”. Las cosas
suceden, y quizás sea por una razón. Debemos soltar, desprendernos. No se puede
ser niño eternamente, buscar donde no hay, encontrar lo que no existe, ni tener
vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. Las cosas hay que
dejarlas ir. Hay ciertas personas que entran en tu vida destinadas a salir de ella.
Y tarde o temprano se acabarán yendo. Puedes intentar retenerlas, pero tarde o
temprano se marcharán, lo quieras o no. Destruye recuerdos, vete de dónde no
puedas estar, acaba con todo lo que cada momento que no se repetirá te dio. No
mereces vivir en un sitio dónde no vas a quedarte. No mereces dar oportunidades
que sabes que no llevarán a ninguna parte. Cambios duros, que parece que no
pero que llevan a superar muchas cosas: dejar ir a quien no quiere quedarse. Ni
tú, ni yo, ni ninguna persona de este mundo tiene sus cartas marcadas. Nunca
sabes la que te saldrá, pero debes aprender a perder y a ganar. Es tan fácil
decirlo como complicado de hacer, pero no se puede volver a un pasado que no
existe. Tenemos un presente y debemos vivir con lo que hay en él. No esperes
que alguien se dé cuenta de quién eres. No esperes que reconozcan lo que haces.
O que te devuelvan lo que tú das. Revivir algo muerto sólo te llevará a hacerte
más daño. La vida es para vivirse hacia delante, nunca para atrás. No voy a
dejar puertas abiertas, para nadie. Esto es lo que hay. Todo o nada. Nunca o
siempre. No ahora y mañana no. No cuando cada persona quiere. No de momento. No
felicidad momentánea. No. Cada puerta abierta, cada hueco, cada ‘ya se verá’,
cada ‘por si acaso’ no sirve de nada, más que para no desprenderte del pasado y
no lograr vivir el hoy. ¿Cómo se puede vivir en algo al que ya le ves el final?
Volver donde hay daño. Vivir acostumbrada a lo que será, enfocada, y sin
intentar. Saber que no podrás. O que sí, pero que cada relación es de dos, y si
uno se rinde, si uno no da, tú no puedes dar el doble. Y que no sirve de nada
querer darlo cuando la otra persona ni anota algo. Necesidad de aclaraciones,
palabras que no se dijeron, silencios que invadieron todo. Si se puede
enfrentar, ya. Y si no, cierra. Posibilidades de regresar a un sitio que no
existe. Querer y no poder, porque ha cambiado. Convencerse a uno mismo que no
vuelve. No por nada, sino porque se ha dejado de encajar en ese lugar, porque
las piezas al unirse han dejado de encajar, de complementarse. Cuando dos
personas no son las mismas que cuando se fueron, hace un día, una semana o un
mes, ya no hay nada a lo que volver. Ni yo soy la misma, ni la situación es
igual, porque el tiempo ha transcurrido y en la vida nada se queda igual, todo
avanza, cambia. Nada ni nadie es esencial. Cuando llegamos al mundo llegamos
sin ningún tipo de adhesivo pegado a nosotros, por lo tanto, vivir con él es
simple costumbre, y somos nosotros quien debemos aprender a vivir sin él, sin
eso que nos duele dejar ir. Costumbre, necesidad, apego. Nada más. Cierra,
aparta, clausura, tira, suelta, despréndete. Pero sólo de aquello que no te
haga feliz.
martes, 18 de diciembre de 2012
Estoy contra las cuerdas de un pasado infranqueable.
Podría decirte que voy a quedarme. Podría callarme y vivir
un poco más. Podría intentarlo, salir de la burbuja, de la que ahoga. Podría
escucharte, podría escucharos. Podría hacerlo todo más fácil. Podría cortar las
alas a las dificultades. ¿Quién vuelve 3000 años atrás? Y que nadie me saque de
aquí porque nadie me haya metido. En cualquier momento de la vida puedes estar
ahí, al otro lado. ¿Por qué sigue matándome? ¿Por qué un ‘suma y sigue’? ¿Por
qué nunca encontré ser esa ‘mejor’ en algo o alguien? ¿Por qué cuando lo hice,
al final acabé siendo lo peor en lo mismo? ¿Por qué me contradigo o me
contradices? ¿Y quién me entiende a mí? ¿Y quién quiere entenderme? De cuantas
maneras posibles he necesitado olvidar lo que está dentro de mí. Inocencia
plasmada en la sonrisa de una niña, y cuando eres pequeña todo influye. Los
niños pequeños se caracterizan por eso, por ir construyéndose día a día, por
alimentarse de su alrededor, te formas, y todo lo que conoces o vives,
marca. Y eso será tu futuro. Puedes,
debes, decirme que ahora soy yo la única culpable. Pero dile tú a una niña que
lo entienda, dile que su sonrisa inocente se está yendo por el ruido de la
gente, y que no llore en su cama. Te sonríe, ‘no pasa nada, mañana todo estará
mejor’. Pero, ¿por qué yo y no la de al lado? Y lo que no te hunde de pequeña,
te hunde de mayor. Y las consecuencias no son más que lo que sembraste o
sembraron. Pero espera. ¿Lo sembró todo ese mundo o fui yo? Explícale a una
niña que acaba de llegar, que no sabe nada, lo que merece y lo que no. Tápale
los oídos. El silencio está gritando en todas partes. ¿Cómo debes valorarte y
por qué? ¿De qué estás seguro tú cuando
te levantas por la mañana? ¿De algo? Me basta con estar segura de levantarme.
¿Para qué más? ¿Quién dice que las cuerdas no se romperán y el puente no se
caerá? Como se ha caído tantas veces. Pero párate. Nunca ha habido puente. En
todo hay un doble fondo, siempre lo habrá. Y todo irá por el camino de lo malo,
de lo que no tiene sentido. Y todo tendrá su raíz en lo mismo, siempre lo
mismo. Y una niña puede enfrentarse al mundo, pero ¿cómo me enfrento yo?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)