Vistas de página en total

viernes, 29 de junio de 2012

Cada vez más, pero cada vez menos.

Creo que ya sé por qué te quiero. No es por cómo ha sido mi vida desde el día que te conocí, ni por que hayas hecho las cosas más fáciles. Tampoco es por esa manera que tienes de ser tan tuya. Es sólo porque a día de hoy sigues estando en mi vida, y porque aunque las cosas no son siempre más fáciles, incluso a veces el doble de complicadas; aún así haces que merezca la pena hacerlas. También porque a pesar de que tu manera de ser no es a veces la más adecuada, siempre acabo queriendo ver tus formas de cabrearme a todas horas. Y puede que tú no pienses lo mismo que yo y que esté colgada, como siempre, de un sueño, atrapada. Pero este es distinto, este es tu sueño. Y yo, contigo, aún no teniendo nada, lo tengo todo.

lunes, 25 de junio de 2012

El motivo de este texto es suplicarte que desaparezcas.

Nunca nadie me ha dicho que deje de hablar de cosas bonitas. Pero tú un día mencionaste que no te emocionaba especialmente. Y yo, he dejado de hacerlo. Es verdad. Ya no escribo sobre todo eso, ahora escribo diferente, y quizás tengas tú la culpa. Pero jamás dejarás de inspirarme, y no creo que consigas que el color de mis mejillas vuelva a ser el mismo. Es todo muy bonito, y cada noche sigo acordándome de la forma que tenía la luna aquel día, pero aún así no quiero que vuelvas a pronunciar mi nombre de esa manera. No me gusta. Nunca me ha gustado. Es totalmente contrario a mí, y aún así, te lo permitía. Bien, se acabó. No escribo esto para decirte de nuevo que no hay un color de ojos más bonito que el tuyo, que ya lo sabes, si no para explicarte que también los he visto más profundos. Que me empieza a dar igual como salgas de la ducha. Que no quiero más buenos días de tu parte, que no hace falta que sigas suplicándome, y que ya puedes dejar de ponerte ese bañador que tan bien te sienta y tanto me gusta. Que no quiero que vuelvas. Pero sólo porque yo tampoco voy a hacerlo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Yo también te echo de menos.

No consigo escapar de tu jodida rodilla. Atrapada completamente, y aún así no me acuerdo de su forma exacta. Entiéndelo, tenías demasiados detalles a los que estaba enganchada. Bueno, yo no, se engancharon a ellos el resto de tu mundo, que al final, y he de decir que sin absoluto desagradecimiento, acabó siendo parte del mío también. Pero la verdad es que en el fondo pienso que si estoy como estoy es por ese mundo que desde mi primer minuto tocando el cielo, no hizo otra cosa que idealizar cada uno de tus movimientos. Y qué le vamos a hacer si siempre he sido demasiado influenciable, y acabé idealizando yo también hasta tu forma de revolverte el pelo. No sé si fue uno de mis tantos caprichos o el qué, el caso es que aquí estamos. Claro que, toda esta historia de que ella o la de más allá se moría por dormir contigo y quitarte las legañas a la mañana siguiente, no podía desencadenar en otra cosa que no fuera tragedia. Demasiadas sonrisas, recuerdos e infancias de todo tipo se enfrentaban contra mí. Y yo no tenía nada más que mi locura, y un poco de cara dura para hacerme con tu mirada. La verdad es que nunca supe si llegué a conseguirlo, sé que llamé tu atención, pero también sé que no siempre fue para bien. No echo culpas, yo me lo busqué y no pienso arrepentirme. No sé si llegué a conseguir mi objetivo. Bueno sí, sí que lo sé, no lo conseguí. Pero, ¿y qué si siempre he aspirado demasiado alto en esta vida, y nunca me ha gustado quedarme con las ganas de decir lo que siento, bueno o malo, dentro? Objetivo no conseguido, claro está, pero disfruté lo mío, y feliz fui un rato. Que dicen por ahí que de eso trata la vida, ¿no? PD: Creo que yo también conseguí que alguna parte de esa soga que llevabas atada al cuello en algunos momentos, no terminase de ahogarte. Y creo que las lágrimas más bonitas que han resbalado por mis mejillas fueron aquellas.

viernes, 8 de junio de 2012

Me veo mintiéndome de nuevo.

¿Cuánto tiempo crees que voy a poder seguir  comiendo de tu mano sin llegar al límite de desperdiciarme por completo? No sé cuánto tiempo lograré hacerlo, y tampoco sé cómo he llegado hasta aquí. Creo que realmente en ningún momento he sido consciente de esto. Creo que nadie en mi lugar lo hubiera sido. Nada es culpa tuya, he llegado hasta aquí y no sé decirme por qué. He mentido a todo el mundo por inseguridad, pero lo más ridículo es que me he mentido a mí misma, y me he llegado a creer de verdad mis propias mentiras. Y lo cierto es que ni siquiera sé lo que quiero ni  lo que no quiero, y tampoco lo que no estoy segura de querer. Y no sé si son más mis ganas de encontrarte o las de estar a tu lado. Lo peor de todo es que sé que me volverá a pasar, me volveré a mentir. 

lunes, 4 de junio de 2012

Yo no tengo la culpa de lo bonitas que son tus comisuras cuando se estiran.


Sonrisa punto cero. Y empezamos. No, miento, ni siquiera había empezado cuando ya se me estaba quedando pequeño el cielo. Sonrisa punto uno. Y me estaba volviendo loca. No, miento, ya me había vuelto hace un rato. Sonrisa punto tres. Locura. ¿Locura? Ya ni recordaba lo que era eso. Sonrisa punto cuatro. Corto pero intenso, mucho, muchísimo. Es que en tu sonrisa se pueden escribir historias, se puede recordar, se pueden provocar sueños. Tu sonrisa era la esencia de ti mismo, mostraba esa fragilidad tan tuya, tu necesidad de fuerza. En tu sonrisa se revelan tus pequeños ojos. Como aquellos que te han visto sonreír, mirar, cantar, hablar, bailar, dormir. En tu sonrisa se sigue descubriendo esa mirada de niño que continúas teniendo. En tu sonrisa se encuentra aquella locura que me hizo perder el control. En tu sonrisa, se construye este texto. 

viernes, 1 de junio de 2012

No busco que lo entiendas.


Yo sólo intento seguir tus pasos, pero tus huellas se han borrado. Como aquella tarde en que nada ni nadie las borró. Nadie, excepto tú. Y que bonito aquel anochecer allí, y que bonito perdón, y que bonita censura, y aún con todo, que bonita tu mejilla, y aún más el olor de tu cuello. Que triste pero tan dulce adiós, tanto que dolió. Y que sonrisa más de todo menos inocente. Y a la vez que poco más que inocente mi idiotez. Y que dulce despertar, y que beso  tan esperado como poco aprovechado. Y que final de guerra. Y sobre todo, que gran tregua. Aquella mañana se firmó una tregua de una guerra que jamás empezó. Pero mereció la pena. Claro que sin duda, yo me hubiera quedado en aquella guerra, junto a aquel anochecer, toda la vida. Y de hecho creo que ha sido así, porque hoy una vez más, como aquella noche, anochece en mí.