Vistas de página en total

sábado, 14 de julio de 2012

Stand by me.


Vuelvo a ti.  Vuelven tus palabras. Vuelve tu manera de hablar. Vuelve tu forma de reír. Vuelvo a tus ganas. Vuelvo a las mías.
Vuelves.
El dónde y cuándo se funden en uno. Y en un instante enormemente  corto pero que dura más que cientos de años, volvemos a ese momento.
Jamás tendré la satisfacción plena de haber escrito suficiente sobre aquello, de haber comprendido por enésima vez el quién y sobre todo el por qué, ni de haber pensado suficiente sobre la última letra de tu nombre.
Yo sólo quería complicarme la vida, pero tú no terminabas de encontrar la manera de complicármela. A lo mejor es que calé demasiado hondo tu toalla, y al final quedó empapada. Nunca me lo ponías difícil, y aún así no había manera de, al menos, comprender alguna de todas esas infinitas palabras que tenías.
No había nada que comprender en tu mirada, porque tres veces te has atrevido a mirarme directamente. Y  las tengo contadas.
¿Y sabes? Sobre todo en los días de verano, estas noches de verano, sigo escuchando sobre ti, y deseando que vuelvas. Pero sólo un pequeño rato. De ti jamás voy a querer un siempre.
Volver a escucharte es volver. Volver a todo aquello. Y ni si quiera tengo claro que lo quiera.
Vuelvo, me miro al espejo y  veo mi yo de antes, y tu tú de aquel entonces. Y me gusta más de lo que me gustaba en ese momento. Ahora lo comprendo. Cada vez más, pero cada vez menos. No somos ni tú ni yo.   
Al final somos nosotros sin ser ninguno. Y sigo sabiendo que no puedo perdonarte esas formas de tratarme a veces. Nunca has sabido hacerlo.
Pero jamás volarás de mi imaginación. Y en el fondo sé que nunca conseguirás dejar de inspirarme. Y que jamás te diré esas dos cosas que siempre estoy a punto de decirte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario