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domingo, 20 de mayo de 2012

Como olvidar algo que recordar.


Como cuando te dedicas a estructurarlo todo perfectamente en tu cabeza, de una forma casi impecable, y de repente una pequeña variable se altera; entonces todo el esquema  se vuelve completamente diferente, de una manera poco menos que extraordinaria. Evidentemente, ese ha sido mi problema. Hace tiempo hubiera jurado que andaba un palmo por encima del suelo, pero últimamente no hago más que escuchar el eco de mis pasos. Noviembre de tormenta y aún te acordabas de mí. Extraña canción que decías te recordaba a mis ojos, y esa frase que leías muriéndote de ganas de que fuera dirigida hacia ti, hasta que maldito el día, te diste cuenta de que  así era; y mira por donde el miedo se apoderó de ti cual niño pequeño. Comprensible, nunca inocente. Porque llegó abril y empezó a brillar el sol, para ti, no para mí. Porque nunca hubo enero, ni febrero, ni siquiera un poquito de marzo. Al menos no sin ti. Porque en mayo me cansé de canciones que no dicen nada. Porque, admitámoslo, siempre me gustó la manera en que decías mi nombre. Porque ya te contaré más porqués. En gran parte de los casos, estamos encerrados porque esa persona es tan increíblemente fantástica que no podemos escapar de ella. Ni de ella, ni de la forma de su rodilla izquierda. Y supongo, una vez más, que ese ha sido mi problema. 

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