Como cuando te dedicas a estructurarlo todo perfectamente en
tu cabeza, de una forma casi impecable, y de repente una pequeña variable se
altera; entonces todo el esquema se
vuelve completamente diferente, de una manera poco menos que extraordinaria.
Evidentemente, ese ha sido mi problema. Hace tiempo hubiera jurado que andaba
un palmo por encima del suelo, pero últimamente no hago más que escuchar el eco
de mis pasos. Noviembre de tormenta y aún te acordabas de mí. Extraña canción
que decías te recordaba a mis ojos, y esa frase que leías muriéndote de ganas de
que fuera dirigida hacia ti, hasta que maldito el día, te diste cuenta de que así era; y mira por donde el miedo se apoderó
de ti cual niño pequeño. Comprensible, nunca inocente. Porque llegó abril y
empezó a brillar el sol, para ti, no para mí. Porque nunca hubo enero, ni
febrero, ni siquiera un poquito de marzo. Al menos no sin ti. Porque en mayo me
cansé de canciones que no dicen nada. Porque, admitámoslo, siempre me gustó la
manera en que decías mi nombre. Porque ya te contaré más porqués. En gran parte
de los casos, estamos encerrados porque esa persona es tan increíblemente fantástica
que no podemos escapar de ella. Ni de ella, ni de la forma de su rodilla
izquierda. Y supongo, una vez más, que ese ha sido mi problema.
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